¡Hola a
todos!
Como cada mañana me levanté a las horas muy
frescas, a las doce. Sentía que aún no tenía resaca. Tenéis que saber, queridos
lectores, que este semana se ha empezado un evento al que todos los estudiantes
esperaban impacientemente: Juwenalia. Su esencia son unos conciertos que reúnen
los muchedumbres que se componen, ante de nada, de los estudiantes. Donde hay un estudiante,
hay un alcohol. Un montón de alcohol. Juwenalia dura más o menos una semana,
pero es el tiempo de duración de solo un acontecimiento y cada universidad
organiza su propio. Ayer regresé a las tres de la mañana. No recuerdo primeros y últimos tres horas de
la fiesta. ¿Y por qué sé qué ocurró a mitad del tiempo? No sé, ya que estaba
durmiéndome. Esta mañana se he rogado a mi compañero de piso que me matara. Un
dolor de cabeza tan agudo que no podía abrirme los ojos. Sufría más con cada
sonido de paso de hormigas tras mi ventana… ¡BOOM!
–
¿ Cuántas horas estás durmiendo? ¡ Levántate, parásito!
–
¿ Mamá…? – lentamente abrí mis ojos i vi mi compañero
de piso.
– Son las diez y tú tienes que limpiar la casa hoy.
–
Y escribir mis deberes de casa…
Desgraciadamente, todo esto es una mentira.
Todo excepto dos cosas: actualmente se celebra Juwenalia y tengo que escribir
mis deberes hoy.
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En esta entrada vamos a tratar de la
autoridad y por eso, teniendo en cuenta la introducción, podéis preguntarme: ¿de
verdad ayer no bebiste nada? Principalmente, vale la pena subrayar que yo no
tengo ninguna autoridad. Con esto no quiero decir que no me inspire nada porque
son cuestiones diferentes. Para explicarlo más precisamente, hay que responder
a la pregunta: ¿Qué significa la autoridad? Según la definición propuesta por
la RAE: “prestigio y crédito que se reconoce a una persona o institución por su
legitimidad o por su calidad y competencia en alguna materia.”. La versión muy
similar es del diccionario online “Wordreference”: “potestad, facultad de
mandar y hacerse obedece.”
Hay que acordarse de que no hay nadie que sea
infalible. Si llamamos a alguien nuestro autoridad, le tomamos por un modelo. Imitamos
a su actuación o su trabajo, queremos llegar a ser como él o ella. Le damos una
fuerza que le permite influir en nuestra conducta, olvidando qué esta autoridad
podría hacer con la potencia que tiene.
Obviamente, no toda la gente quiere manipular
a nosotros. Se puede encontrar varias modelos de actuación preciosa. A veces
será un amor, a veces la familia o unos amigos. Es generalmente deseado
aprender de los errores de los demás beneficiando de la experiencia de otros,
pero no siempre. Trato de las decisiones relacionadas con el amor, nuestra
religión o quién somos. Esto es la razón porque digo que no tengo ninguna
autoridad. La gente puede inspirarme, dar algunos indicaciones, pero nunca la
llamaré a mi autoridad. No es una casualidad que esta palabra es un sinónimo de la palabra "poder".
¿Sabéis que existe una página en la que se
puede subir citas propias o de otros? Pues sí, es que existe. Desde ahora
podéis malgastar más tiempo navegando por la red. Hoy he leído una frase que me
parecía bizarra: “El hombre inteligente aprende de sus propios errores, el sabio
aprende de los errores de los demás.” y son palabras de un músico mexicano: Arturo
Adasme Vasquez. Creo que es el mejor resumen de la entrada.
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